jueves, 30 de octubre de 2014

El puente de los silentes.

Un hombre se encontraba caminando por el bosque cuando se encontró con un puente flotante de madera. Indeciso, no supo qué hacer. Miró adelante y atrás, arriba y abajo. Poco convencido decidió que lo mejor sería probar suerte y cruzarlo. Una vez dentro se dio cuenta de lo cómodo que era el puente. Asiendo fuertemente la baranda pulida empezó a avanzar en pos del otro lado.
Trazando una curva se topó con un niño de ojos grandes y distraídos.

   - El puente de los silentes está al otro lado.

Desconcertado por la ominosa voz del niño el hombre comenzó a correr hasta que perdió de vista al niño. Cuando paró de correr se dio cuenta de que no había soltado la madera en ningún momento. Con esfuerzo la soltó y se miró la palma de la mano. Estaba abrasada. La seguridad que antes le transmitiera se convirtió en desconfianza. No volvió a tocarla.

Siguió andando y andando. El puente comenzó a girar y a descender con pereza. La madera se fue oscureciendo a medida que avanzaba. Luego se fue aclarando hasta empezar a volver a oscurecerse. Tres vueltas más tarde se percató de que había estado pasando por delante de un anciano sin verle.
Tenía los ojos cosidos a la cara con mil puntadas de preocupación. La orgullosa nariz, partida en una juventud lejana, separaba en dos mitades asimétricas su rostro.

El anciano habló y su voz retumbó con ecos de soledad:

    - Ya no estás perdido.

El hombre se quedó congelado mirando al anciano durante un instante.

El anciano sonrió sin dientes y empezó a reírse hasta que el tiempo volvió a correr.

Ahora el hombre no está asustado y camina por el puente circular saludando al anciano y echando de menos al niño.

El puente de los silentes puede esperar.

viernes, 24 de octubre de 2014

Anuncio al silencio.

No sé cómo, pero los jueves subiré algún texto inédito a este blog.

Centro

No sé si en sueños o andando por Madrid se me ha presentado la estatua de un hombre vuelto de espaldas.

En mitad del bosque parece andar hacia su centro.

Perdido, intento seguirle pero nada me lo impide.

Al otro lado del claro, con el Sol bajando a espadazos sobre el pasto, le veo irse, perderse entre las brumas de los robles.

¿Cuándo perdí el rostro?