jueves, 27 de noviembre de 2014

Columpio.

El niño de los ojos huecos mira sin ver el columpio que se mece vacío de vida y carga.

Se pasa los días así, mirando la arena escurrirse entre sus dedos, intentando hacer castillos que nunca termina, mirando un columpio mecerse sin saber si en su próxima visita traerá besos o un tributo de aire.

El niño sabe leer y sabe escribir, pero lo que de verdad le gusta es volar. Volar entre bandadas de flamencos de papel o navegar una corriente de luz otoñal usando una hoja de roble.

En realidad nunca tuvo interés en la arena, por eso nunca consiguió que se levantaran a su alrededor luminosos castillos de lluvia sucia.

El niño aterriza por fin en el parque y se marcha con Valentina dados de la mano.

Nota de prensa

Sé que es una excusa barata, pero hay días en los que es complicado estar detrás de mis ojos.

La semana pasada fue jodida y el perro negro estuvo ladrándome día y noche. Me comprometí a subir un post cada jueves y ni un mes he aguantado, pero bueno, hoy (aunque con trampas) tendréis dos trocitos de mi mente para entreteneros un rato.

Disfrutad de la destrucción.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Leo (Parte 1)

Una radio no sintonizada vomitaba su no música por toda la casa.

Mientras, Leonardo iba de un lado para otro. Tocaba día malo.

Había vuelto a olvidar dónde tenía los pantalones, pero no era eso lo que estaba buscando.

Con desesperación abría y cerraba cajones y armarios.

Nada.

Frustrado, reventó de una patada una taza de té que había momificado en el suelo.

El canto de la abeja seguía resonando en las bóvedas solitarias del apartamento.

No se lo podía creer, no paraba de preguntarse dónde podía estar.

Había buscado en los lugares comunes; el segundo cajón, detrás de los abrigos, en el armario del baño..., incluso había mirado en la nevera.

Sentado en la cama, sin saber ya qué más hacer, presentaba la imagen misma de la desesperación mientras el zumbido hueco de la estática daba vueltas a su alrededor.

Casi con descuido, metió la mano debajo de la almohada y sacó su petaca de oro.

Cuando se la llevó a los labios un rayo que pasaba a través de las cortinas rotas impactó en su áurea desesperación.

Por un instante la habitación brilló con la luz del alba..., pero el no se dio cuenta, él seguía buscando.

Se pasó todo el día en este lamentable estado.

La radio no dejó en ningún momento de susurrarle en el idioma del vacío.

Al final, desesperado, dejó de buscar el beso en su propia casa y se fue a pescarlo en cualquier whisky on the rocks que encontrara.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Valentina duele. (Parte 1)

La luz que entraba por la ventana sacaba mil destellos en la tranquila burbuja.

Salida de los labios de Valentina, flotaba como un deseo recorriendo la habitación.

Sentada en una cama que no era suya, miró la pompa hasta que finalmente terminó huyendo por la ventana.

Valentina, envidiosa del periplo en libertad que acababa de emprender la burbuja por el cielo, se asomó y vio como, poco a poco, se iba alejando entre el bosque de chimeneas.

Su torso desnudo recibió la caricia de las nubes en forma de gotas. Cerró los ojos y disfrutó del momento de liberación mientras el agua hacía carreras a lo largo de su silueta.

Tenía la piel pálida y en sus labios había aún un aura de pasión.

Detrás de ella la cama crujió y unas esposas se deslizaron por el cabecero de hierro. Ella supo que había despertado y sintió la abrasadora mirada de su acompañante en la espalda.

Su momento con las nubes había terminado, así que con resignación cerró las ventanas insonorizadas y se dio la vuelta.

Él estaba atado a la cama de pies y manos y amordazado con unas bragas.

Se revolvió intentando soltarse y el gran tatuaje de un dragón raptando a una doncella se agitó en su pecho.


Valentina fue a la chimenea, sacó el atizador al rojo vivo y comenzó a trabajar.