sábado, 26 de abril de 2014

Galicia

Mi mente sigue siendo adicta a verte y que todo me huela a tus pastos. A la suave curva de tus montes. Al sabor de los viajes en tren solo para ver los destellos azules que arranca el sol a tu alma.

Llevo vivido lo suficiente para saber que la tranquilidad de un mugido nada tiene que ver con la distancia que nos separa.

Eres tan celeste que el agua se inventó las rías porque no quería crecer y volverse océano.

Las noches que he dormido a tu lado no dormí ninguna porque ya había soñado demasiado con contar las veces que suspiras antes de que te nazcan las constelaciones que son tus mejillas. Siempre a la mañana te mentía y decía que sí, que había dormido bien. ¿Acaso duermen los búhos cuando la luna arranca en la floresta la verdadera esencia de lo que significa ser etéreo, ser luz de plata, ser, en fin, tú cuando no me miras?

Talaría todos los robledales, los hayedos y los pinares solo para vestirte de blanco con los poemas que levantan al vuelo tus no andares de dama buena.

Quizá he asumido demasiado tarde que una personalización con una letra de más no me librará del purgatorio que es tu indiferencia.


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